Matrimonio y nuevas experiencias
No se engañe
Pedro era mi cliente número 1. Siempre pedía mis servicios a la Donna, no tan sólo por sexo, sino que también para acompañarlo a ciertas comidas o sólo por un café matutino. De hecho, los amigos que no me “conocían” (o sea, que no se habían acostado conmigo) pensaban que era una de sus novias.
Como en Noviembre del año pasado pidió mi exclusividad, es decir, que no podía tener otro cliente en un tiempo determinado. Les contaré que eso cuesta bastante dinero, el cual él tenía gracias a una conocida cadena de vestuario nacional. Así, comencé a pasar gran parte de mi tiempo con él, me iba a buscar a la universidad, comíamos juntos en su oficina donde aprovechaba de prestarle mis servicios, en las noches lo acompañaba a inauguraciones de la tienda o desfiles internacionales. La verdad es que lo empecé a pasar excelente.
Además, el sexo con él era buenísimo. Sabía perfectamente como tocarme, y aunque siempre hacía el mismo recorrido con sus grandes manos, el resultado era bueno. Le gustaba la ropa interior con transparencias y si eran colores claros como blanco, rosado o beige, mucho mejor.
Comenzaba tirándome en la cama y metiéndo sus manos por debajo de mi falda, yo apretaba mis piernas cuando sus manos se acercaban a mi sexo. Luego, me masturbaba mientras yo le desabrochaba su pantalón con ímpetu. Era rico su miembro; buen tamaño, suave, potente, en general era exquisito. Después, subía hasta mis senos, apretándolos con ambas manos, para luego apoderarse de mis pezones con su boca, chupando rápido, luego lento, mordiendo, apretando con sus dedos las puntas ya duras y yo gimiendo, jadeando, pidiendo de una vez por todas sentirlo dentro.
Enseguida lo daba vuelta para quedar yo sobre él. Ya me había sacado toda la ropa, mientras el seguía con su pantalón desabrochado, entonces, se lo sacaba lentamente junto a su ropa interior. Desnuda sobre él me frotaba, arqueando mi espalda, metiéndole ardorosamente mi lengua en su oreja, mordiéndole el lóbulo y el cuello sin parar de moverme sobre él.
Del cuello me iba hacia abajo, donde le hacia sexo oral. Yo encuentro que lo hago excelente, quizás porque ya sé mas o menos el ritmo medio que les gusta, la profundidad que prefieren alcanzar y como jugar con mi lengua mientras lo tengo dentro de mi boca.
Como en Noviembre del año pasado pidió mi exclusividad, es decir, que no podía tener otro cliente en un tiempo determinado. Les contaré que eso cuesta bastante dinero, el cual él tenía gracias a una conocida cadena de vestuario nacional. Así, comencé a pasar gran parte de mi tiempo con él, me iba a buscar a la universidad, comíamos juntos en su oficina donde aprovechaba de prestarle mis servicios, en las noches lo acompañaba a inauguraciones de la tienda o desfiles internacionales. La verdad es que lo empecé a pasar excelente.
Además, el sexo con él era buenísimo. Sabía perfectamente como tocarme, y aunque siempre hacía el mismo recorrido con sus grandes manos, el resultado era bueno. Le gustaba la ropa interior con transparencias y si eran colores claros como blanco, rosado o beige, mucho mejor.
Comenzaba tirándome en la cama y metiéndo sus manos por debajo de mi falda, yo apretaba mis piernas cuando sus manos se acercaban a mi sexo. Luego, me masturbaba mientras yo le desabrochaba su pantalón con ímpetu. Era rico su miembro; buen tamaño, suave, potente, en general era exquisito. Después, subía hasta mis senos, apretándolos con ambas manos, para luego apoderarse de mis pezones con su boca, chupando rápido, luego lento, mordiendo, apretando con sus dedos las puntas ya duras y yo gimiendo, jadeando, pidiendo de una vez por todas sentirlo dentro.
Enseguida lo daba vuelta para quedar yo sobre él. Ya me había sacado toda la ropa, mientras el seguía con su pantalón desabrochado, entonces, se lo sacaba lentamente junto a su ropa interior. Desnuda sobre él me frotaba, arqueando mi espalda, metiéndole ardorosamente mi lengua en su oreja, mordiéndole el lóbulo y el cuello sin parar de moverme sobre él.
Del cuello me iba hacia abajo, donde le hacia sexo oral. Yo encuentro que lo hago excelente, quizás porque ya sé mas o menos el ritmo medio que les gusta, la profundidad que prefieren alcanzar y como jugar con mi lengua mientras lo tengo dentro de mi boca.
Lo mejor de todo, es que no era egoísta, ya que también me lo hacía, así que mientras yo probaba de su sexo, él exploraba el mío (imagínense la pose, ustedes saben estimados), utilizando de manera magistral su lengua gruesa, metiéndola por fibras milagrosas que ojalá todos los hombres conocieran, así las mujeres seríamos la mitad de felices de lo que somos ahora.
Luego la parte final, el sexo propiamente tal. Podía ser en una silla, como en el sillón o en su cama. A veces usábamos la piscina (lo que me recordaba mi primera vez, capítulo uno del blog), pero el lugar que fuera era bueno. Primero partíamos lento, para luego meterlo rápido, muy rápido, de fondo mis gemidos y la luz prendida.
Luego la parte final, el sexo propiamente tal. Podía ser en una silla, como en el sillón o en su cama. A veces usábamos la piscina (lo que me recordaba mi primera vez, capítulo uno del blog), pero el lugar que fuera era bueno. Primero partíamos lento, para luego meterlo rápido, muy rápido, de fondo mis gemidos y la luz prendida.
Nos gustaba disfrutar nuestras caras de goce, ver nuestros cuerpos desnudos azotándose uno al otro, e incluso, a veces dejábamos las cortinas abiertas de su octavo piso, y aunque nunca lo hablamos, ambos sabíamos que podíamos ser vistos, queridos, mi lado exhibicionista a flor de piel. Y luego un cigarro, conversación, escuchar música y decirnos adiós, hasta mañana.
Así eran casi todos los días. A veces nos íbamos a Viña del Mar, otras al sur, era muy entretenido. Hace 2 meses atrás, me invitó a un viaje. Era fuera del país, específicamente a Canadá, ya que tenía que ir por negocios y quería ir acompañado. Yo tenía mis documentos para poder viajar, era verano, aún no entraba a clases, así que no había donde perderse, quedamos de acuerdo para tomar el avión. El viaje sería por 1 mes más o menos.
Al parecer, Pedro comenzó a entusiasmarse conmigo de una manera mucho más seria desde antes del viaje. No me había dado cuenta, o quizás no quise, que su manera de hacer el amor era precisamente eso: con amor. Y estando allá en Canadá todo se acrecentó mucho más.
Miren, yo con él, todas las de ganar: un hombre atractivo, exitoso y de buenos sentimientos, aunque bastante tímido. Sin embargo siempre, y escuchen bien, SIEMPRE sería su putita cara, y no me vengan con wevadas de que “el te sacará de ese mal camino” o “llegará el príncipe que te rescatará de la mala vida” NI CAGANDO.
Conozco a los hombres que piden nuestros servicios, y si bien algunos son buenos como Pedro, siempre tienen esa obsesión de buscar la superioridad hasta en el sexo, ya que pudiendo tener a cualquier mujer, prefieren a una que hay que pagarle como si le estuvieran haciendo un favor. No me weí por favor con dramas de teleseries.
Y un día, mientras comíamos en el me dijo: “Caro (apócope de mi nombre real), el último tiempo contigo han sido demasiado buenos, no sé si te gustaría, pero yo por lo menos tengo toda la intención de que nos casemos y sigamos tal cual, tú para mi solamente y yo contigo siempre”
“¿me estay pidiendo matrimonio?”
“Sí, si quieres piénsalo, pero creo que es una buena oferta, te conviene”
(No había mucho que pensar, menos con un hombre que siente el matrimonio como algo comercial de oferta y demanda)
“No pedro, la verdad no estoy ni ahí con eso aún. Gracias, linda la invitación, genial la propuesta, pero no soy para el matrimonio, menos con un cliente, cómo se te ocurre tamaña cosa”
“Sabía de antemano tu respuesta en todo caso, pero hice el intento, ahora tendré que seguir pagando entonces por tu exclusividad, me vas a dejar en bancarrota (risas)”
( El wevón cagao quería casarse para tenerme gratis, JA! Que ingenuo de su parte si pensaba que casados no le iba a quitar hasta el alma, una puta nace y muere puta, la ambición, queridos, es mucha)
Sin embargo, y obviando ese “percance”, el viaje fue a todo nivel. Me quedo sin palabras por lo bien atendida que estuve. Excelentes hoteles, buenos panoramas siempre y una cantidad de regalos lujosos que aún no me las creo. El problema era que Pedro estaba ocupado desde la mañana hasta cerca de las 5 de la tarde, por lo cual ahí tenía que salir sola.
Un día, en estas salidas solitarias para ir a conocer, me encontré con una española muy simpática. Ella andaba sola y se quedaba en nuestro mismo hotel, por lo que quedamos de acuerdo en salir juntas por las tardes.
Así eran casi todos los días. A veces nos íbamos a Viña del Mar, otras al sur, era muy entretenido. Hace 2 meses atrás, me invitó a un viaje. Era fuera del país, específicamente a Canadá, ya que tenía que ir por negocios y quería ir acompañado. Yo tenía mis documentos para poder viajar, era verano, aún no entraba a clases, así que no había donde perderse, quedamos de acuerdo para tomar el avión. El viaje sería por 1 mes más o menos.
Al parecer, Pedro comenzó a entusiasmarse conmigo de una manera mucho más seria desde antes del viaje. No me había dado cuenta, o quizás no quise, que su manera de hacer el amor era precisamente eso: con amor. Y estando allá en Canadá todo se acrecentó mucho más.
Miren, yo con él, todas las de ganar: un hombre atractivo, exitoso y de buenos sentimientos, aunque bastante tímido. Sin embargo siempre, y escuchen bien, SIEMPRE sería su putita cara, y no me vengan con wevadas de que “el te sacará de ese mal camino” o “llegará el príncipe que te rescatará de la mala vida” NI CAGANDO.
Conozco a los hombres que piden nuestros servicios, y si bien algunos son buenos como Pedro, siempre tienen esa obsesión de buscar la superioridad hasta en el sexo, ya que pudiendo tener a cualquier mujer, prefieren a una que hay que pagarle como si le estuvieran haciendo un favor. No me weí por favor con dramas de teleseries.
Y un día, mientras comíamos en el me dijo: “Caro (apócope de mi nombre real), el último tiempo contigo han sido demasiado buenos, no sé si te gustaría, pero yo por lo menos tengo toda la intención de que nos casemos y sigamos tal cual, tú para mi solamente y yo contigo siempre”
“¿me estay pidiendo matrimonio?”
“Sí, si quieres piénsalo, pero creo que es una buena oferta, te conviene”
(No había mucho que pensar, menos con un hombre que siente el matrimonio como algo comercial de oferta y demanda)
“No pedro, la verdad no estoy ni ahí con eso aún. Gracias, linda la invitación, genial la propuesta, pero no soy para el matrimonio, menos con un cliente, cómo se te ocurre tamaña cosa”
“Sabía de antemano tu respuesta en todo caso, pero hice el intento, ahora tendré que seguir pagando entonces por tu exclusividad, me vas a dejar en bancarrota (risas)”
( El wevón cagao quería casarse para tenerme gratis, JA! Que ingenuo de su parte si pensaba que casados no le iba a quitar hasta el alma, una puta nace y muere puta, la ambición, queridos, es mucha)
Sin embargo, y obviando ese “percance”, el viaje fue a todo nivel. Me quedo sin palabras por lo bien atendida que estuve. Excelentes hoteles, buenos panoramas siempre y una cantidad de regalos lujosos que aún no me las creo. El problema era que Pedro estaba ocupado desde la mañana hasta cerca de las 5 de la tarde, por lo cual ahí tenía que salir sola.
Un día, en estas salidas solitarias para ir a conocer, me encontré con una española muy simpática. Ella andaba sola y se quedaba en nuestro mismo hotel, por lo que quedamos de acuerdo en salir juntas por las tardes.
Debo admitir que la mujer era bastante atractiva, y eso que soy hetero, llegó a provocarme pensamientos bastante fogosos junto a ella. Se llamaba Julia y era una artista de Madrid, quien estaba viajando buscando piezas para una galería.
Entre salida y salida comenzó a forjarse algo muy especial, me comencé a sentir confundida, no sabía si realmente era su personalidad española la que me llamaba la atención, o simplemente me gustaba esta mujer seudo artista, de ojos almendrados y tonos azabaches.
Entre salida y salida comenzó a forjarse algo muy especial, me comencé a sentir confundida, no sabía si realmente era su personalidad española la que me llamaba la atención, o simplemente me gustaba esta mujer seudo artista, de ojos almendrados y tonos azabaches.
En mi “puta” vida me había metido con una mujer, era algo que estaba lejos, pero lejísimos de mis pensamientos, debo confesar que hasta asco me daba, no me provocaba ningún pensamiento placentero ni me calentaba pensar en ello. De hecho evité varias ofertas con mujeres por lo mismo. Pero Julia, que cuerpo tenía, cuanto tema, que voz…
A Julia y de Julia habrá en el próximo capítulo….
A Julia y de Julia habrá en el próximo capítulo….